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domingo, 4 de abril de 2010

-MEMORIA DE POSTALES CADA VEZ MÁS CLÁSICAS.

Tuvo que suceder casi sin que nadie prestara demasiada atención, como en una tarea a la que no se da importancia porque los trabajos que a todos gustan son los de antes, y no los de después. Haría poco que el palio había entrado en la iglesia, ya con los cirios esculpidos de mil formas caprichosas de tantas chicotás y tanta música en la calle, y alguien se ocuparía de ir ahogando el fuego en cada punto de luz, entre abrazos de felicitación de los cofrades.
Casi al mismo tiempo, o poco antes, se estaba haciendo lo mismo en otros templos de Córdoba, con los pasos definitivamente quietos hasta dentro de un año, con el aire de culminación de aquello que todavía está tan reciente. Y de pronto se apagó la última vela, aquella que junto a sus hermanas había desafiado con arrogancia a la oscuridad de la noche y al tímido viento que no había logrado apagarla. Era el final de la Pasión de Córdoba, la lenta vigilia que hoy terminará con el final feliz del Resucitado en el barrio de Santa Marina.
Antes de estas luces que se apagaron mediaron seis intensos días de fe en las calles, con el brillo rabioso del sol o el de la cera, en las que ni la lluvia del Lunes Santo ni los vientos de la crisis que no han dejado inermes a las filas de nazarenos han logrado apagar la emoción y la religiosidad.
No ha sido la de 2010 una Semana Santa tan pródiga en novedades como la anterior, pero sí que se evidencia una consolidación de las cofradías en muchos aspectos. El Miércoles Santo fue el día en que más evidente se hizo en esta ocasión, con todas sus cofradías muy centradas en su propia personalidad, aunque siempre alrededor de los pasos y de sus titulares, y no tanto de los cortejos nazarenos.
Era similar al Lunes Santo, aunque este año la lluvia provocó la suspensión de cinco cofradías: Merced, Vera-Cruz, Estrella, Sentencia y Ánimas. Sólo el Via Crucis completó su estación de penitencia, aunque salió con una hora de retraso y tuvo que adelantar la entrada.
En el capítulo de las novedades el estreno más sobresaliente era la bambalina trasera bordada en oro de la Virgen del Dulce Nombre, aunque no se pudo ver más que en la iglesia. Lucieron por vez primera en el paso de Humildad y Paciencia los faroles de plata, los angelitos y los faldones completos bordados.
Sí que ha innovado en el atuendo y vestimenta de las imágenes. La Paz, con un refinado tocado, salió rodeada únicamente por el color blanco, desde la corona hasta el manto, mientras que María Santísima Gracia y Amparo lucía saya y manto negro, en lugar del rojo habitual, que daban un hermoso contraste con la palidez de la imagen. Llamó la atención el tocado de la Virgen del Buen Fin, en un tono alegre, como todo su paso de palio, especialmente llamativo el Viernes Santo.
En el debe de las cofradías, sin embargo, hay que apuntar la ya recurrente endeblez de las filas de nazarenos, tanto en el número como, y esto sí es responsabilidad suya, en la organización y en la conjunción, de forma que abundaban los cortes inexplicables entre unos tramos y otros.
Se multiplican también desde hace algunos años los cuerpos de acólitos, ahora imprescindibles en casi todas partes, aunque no siempre se comporten con la corrección que merece un puesto de carácter litúrgico. Tampoco todos los pertigueros ni ceriferarios tienen claros conceptos tan básicos como que el cirial debe ir alzado siempre que el paso esté en marcha, aunque ellos estén detenidos.
Más penitentes
Sí que abundaron los llamados penitentes, los acompañantes de paisano detrás de las imágenes. A la cabeza estaban el Rescatado y la Virgen de los Dolores, como es habitual, pero Cristos como los del Descendimiento, el Amor y las Penas también llevaban detrás a cientos de personas.
Las calas han empezado a entrar en pasos tan significativos como el de la Virgen de los Dolores. Rosas y claveles siguen siendo mayoritarios, pero este año ha hecho su aparición una flor tan hermosa como el jacinto, blanco para la Paz y morado para el Señor de la Humildad y Paciencia.
El sencillo y simbólico azahar, ya clásico en las piñas cónicas de Nuestra Señora del Desconsuelo, sigue avanzando poco a poco en pequeñas dosis de muchos pasos, pero también en las jarras delanteras de la Virgen del Rosario. El ABC de Córdoba.

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