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domingo, 7 de noviembre de 2010

-ENTREVISTA A LUIS MIGUEL CARRIÓN.

El Viernes Santo reparte el trabajo a su cuadrilla en la cofradía del Santo Sepulcro, de la mano, su hija Carlota vestida de esclavina. Afirma no seguir ningún ritual, salvo ese, ni tratar el traje como si fuese el de un torero. Luis Miguel Carrión Huertas podría pasar de puntillas para el gran público, si Curro -su alter ego- no llevara más de la mitad de su vida al frente de alguna de las cofradías más señeras de Córdoba. Cuando entras en “La Trabajadera”, el testimonio de sus veinticinco años como capataz se descuelga de las paredes ocres de otro tiempo. Sin embargo, en esta ocasión, nos alejamos de allí y comenzamos hablar de él, de Luis Miguel Carrión Huertas:

- ¿Por qué te llaman “Curro”?
(Ríe). El nombre de Curro me viene por tradición familiar. Mi padre era y es muy aficionado a los toros y, en lugar de llamarme por mi nombre –que también es muy taurino: Luis Miguel-, me llamaba por Curro (Romero). En mi casa me llamaban Curro y cuando empiezo a aparecer en el mundo de las cofradías, concretamente la del Huerto, mi hermano me llamaba Curro. De tal manera que todo el mundo me llamaba así. Y, ahora, sólo utilizo Luis Miguel para papeles oficiales. Ya no lo considero un apodo; es un nombre. Mucha gente desconoce que mi nombre es Luis Miguel. Ya no lo cambiaría.

- ¿Alguien te llama Luis Miguel?
Sí. Mi madre es la única.

- Cómo empiezas.
No provengo de una tradición familiar en cofradías. Los únicos antecedentes son los de mi padre, que se viste de nazareno en la cofradía de su barrio (la Fuenseca): en la Paz. Y mi hermano que es del Huerto. Desde pequeño, mi abuela celebraba el Viernes de Dolores su santo y, como tradición, me llevaba después a visitar a la Virgen de los Dolores. Me cautiva todo el ambiente y mi abuela me lleva de nazareno a la cofradía de Capuchinos. Después, los viernes cuando salía de la escuela, mi hermano me llevaba a la hermandad del Huerto. Participaba en la limpieza de enseres, hacía los bocadillos para los costaleros… Me cautivaba tanto que iba a los ensayos –los viernes por la noche-, llevando la linterna (me pegaban la bronca porque en lugar de alumbrar me pegaba al paso). Tenía unos 12 años. Al año siguiente, recuerdo que Paco Cantillo (llevaba el Cristo de Gracia y la Virgen de la Candelaria) se fijó en mí, porque era un loco, y me ofreció ser contraguía. No sé si fue porque tenía ese brillo especial en la mirada. Sólo tenía 13 años. Y ese año sacamos dos pasos. Y, como costalero, con 14 años ya me presentaba a los pasos. Mi locura llega a tal extremo que, con doce chavales del barrio, le proponemos a la cofradía sacar un pasito de la Cruz de Mayo. Es el primer paso que saco como titular. Todavía hoy salen conmigo (era el año 85) esos chavales. En 1990, por renuncia de Paco Cantillo, las dos cofradías me hacen capataz titular.


- ¿Cuál es el momento más especial que recuerdas?
La primera bajada, en la que participo, del palio de Mª Stma. de la Candelaria por la Cuesta de Luján, la recuerdo como si fuera este instante. Como un sueño de un niño chico, que es lo que era. No era consciente, quizá, de lo que estaba viviendo. Eran otros tiempos. Había una simbiosis entre la cofradía y el pueblo. Era una locura colectiva. Cuando el palio pega la revirá para coger la calle de la Feria se arría y hay un aplauso unánime; me metí debajo del manto y me pegué un lote de llorar.

- ¿Cuáles han sido tus referentes?
Manolo Santiago. Para mi ha sido un referente en la madurez que buscas. Todo en la vida tiene una evolución y en esto nunca paras de aprender, si te estancas es mejor que te retires. En mi opinión, los pasos no andan igual que hace treinta años. Por eso, Manolo Santiago ha sido un espejo. Me enseñó a tratar con las cofradías –que somos unos meros servidores de ellas-, a los costaleros. Para mí hubo un antes y un después, tras conocer a Manolo Santiago.

- Has hablado en alguna ocasión del “veneno” que siente el costalero. ¿Cómo lo explicarías?
Debajo de un paso se producen tantas sensaciones… Lo que está muy claro es que no concibo a nadie que se meta debajo de un paso sin sentir lo que hay arriba. También, creo que para ser costalero, independientemente de la devoción, hace falta estar físicamente capacitado. Al veneno al que siempre me refiero es el que, debajo de una parihuela –que, como decía mi maestro, es la “casita de Dios”-, hay un momento en el que el pellizco te inunda lo que llevas dentro y te sientes un artista. Entonces, el costalero está creando un arte efímero. Se trata de un momento en el que se dan todos los condicionantes (la cuadrilla, la banda, la calle, la gente), en el que los costaleros van todos a una y entonces se crea un arte que sólo va a quedar en la retina y en el corazón de los allí presentes. Ahí, te sientes un artista; sabes que estás llevando a Dios o a su Madre; eres el más feliz del mundo; no te cambiarías por nadie; y te sientes completamente realizado. Y, encima, puede servir para que le transmita al espectador y le rece a la Imagen.

DE CERCA
Un Cristo. Cristo de Gracia.
Una Virgen. La Candelaria.
Una marcha. Macarena de Cebrián.
Un libro. Martillo y Trabajadera. 100 años de Semana Santa.
Un enclave. El Compás de San Francisco.
Un reto. Seguir manteniendo viva la llama y el espíritu del verdadero costalero.
Un sueño Salud para seguir disfrutando y paseando por las calles de esta ciudad a Dios y a su bendita Madre.
Un cofrade Fran Mellado.

Fuente: Agrupación de Hermandades y Cofradías de Córdoba.

1 comentarios :

delCostal dijo...

Ole!!! Es la persona que mejor he visto contestar a esta pregunta: - Has hablado en alguna ocasión del “veneno” que siente el costalero. ¿Cómo lo explicarías?

Bufff OLE OLE Espero escucharlo el 30 de noviembre en Andujar

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