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sábado, 27 de marzo de 2010

-LAS CALLES SE LLENAN DE VIDA EN LA ANTESALA DE LA SEMANA SANTA.

Cielo despejado y calor para un Viernes de Dolores preludio de los días grandes.

Ayer amaneció como si nada hubiera pasado, no quedaba ni rastro del agua que el día anterior restó esplendor a la salida procesional de la hermandad universitaria. Cielo despejado, sol, gente en las calles y, sobre todo, mucha devoción en los templos cordobeses fueron las notas predominantes de un Viernes de Dolores que, un año más, sirvió de antesala a los días grandes. Como cada año, el epicentro de toda esta devoción se centró en la plaza de Capuchinos que desde primeras horas de la mañana era un ir y venir de gente que peregrinaba hasta las plantas de la Virgen de los Dolores. El punto álgido se vivió por la tarde noche, formándose auténticas colas de gente que se perdían en el horizonte de la histórica plaza. Y es que Córdoba lo sabe, sabe que ayer no era un viernes cualquiera, era el Viernes de Dolores y el calendario cordobés marca la visita obligada a la dolorosa Servita que Córdoba venera como su Señora. Con la iglesia repleta de fieles, dio comienzo la eucaristía que por primera vez fue presidida por el obispo de la diócesis, Demetrio Fernández. El prelado, antes de comenzar su homilía, dedicó unas palabras a la Virgen a la vez que felicitó a la cofradía que le rinde culto: "Felicitar a la cofradía por esta devoción que cultiváis y expresáis tan bellamente", señaló el prelado. HOMILIA DEL OBISPO Demetrio Fernández pronunció una emotiva homilía en relación a la figura de la Virgen de los Dolores, donde no faltaron los elogios a la imagen. Al mismo tiempo, señaló que "a Ella le confío los comienzos de mi servicio episcopal en Córdoba". La eucaristía, en la que estuvieron presentes distintos grupos políticos, así como el presidente de la Agrupación de Cofradías Juan Villalba y representantes de algunas hermandades cordobesas, concluyó con la salve entonada por el coro y los cientos de fieles que abarrotaban la iglesia. A pocos metros de esta indiscutible devoción mariana, en la iglesia de Capuchinos se encontraba la blanca Virgen de la Paz y Esperanza. La popular Paloma de Capuchinos estrenaba el manto, desde ahora llamado de las estrellas por ser éstas parte fundamental del discurso ornamental de la pieza. Junto a esta prenda, salida de las manos del joven bordador Rafael Jódar, la Virgen lució un primoroso tocado de hojilla de oro que enmarcaba la pálida tez de la Virgen de Juan Martínez Cerrillo, ¡ay si el imaginero viera cómo mima la hermandad de la Paz a su "niña"! Pero el día de ayer no solo fue para las dolorosas, sino que distintas imágenes de Cristo estuvieron igualmente expuestas a la veneración de los fieles. De este modo, en los Trinitarios, el Cristo de Gracia permaneció en besapiés, el popular Esparraguero bajó como cada Viernes de Dolores desde la capilla donde recibe culto para sentir de cerca las plegarias de los cientos de fieles que se acercaron hasta sus plantas. En San Andrés, Nuestro Padre Jesús del Buen Suceso ocupó un año más la entrada al templo fernandino. El Señor estaba dispuesto en un sobrio montaje escoltado por cuatro hachones con cirios color tiniebla y dos centros de clavel rojo. Mientras, en San Pablo, la Virgen de las Angustias lucía el manto morado que le bordaran las monjas del Colodro, velaba el cuerpo muerto de Cristo que desde el miércoles estaba expuesto en besapiés, el iris morado fue el exorno elegido para acompañar estos momentos de veneración y recogimiento ante la obra cumbre del maestro Juan de Mesa. Ya por la noche, los Vía Crucis fueron los protagonistas, llenando los distintos barrios de la ciudad de rezos penitenciales. De este modo, cruzó el barrio de San Lorenzo el Cristo del Remedio de Animas, quedando a su regreso entronizado en su paso. A escasos metros, se elevaron los rezos de los fieles que acompañaban al Divino Salvador en su Prendimiento, que a primeras horas de la noche había salido desde María Auxiliadora. Casi en paralelo, el Cristo de la Misericordia cruzaba el castizo barrio de San Pedro mientras la Cuesta de San Cayetano era un mar de gente que acompañaba a Nuestro Padre Jesús Caído. Asimismo, el Alpargate volvió a presenciar la devoción al Rescatado, cuya silente figura cruzó la plaza escoltado por cuatro hachones de luz y una parihuela exornada en iris morado. Y de nuevo, la plaza de Capuchinos, donde el rezo del Vía Matris en honor de la Virgen de los Dolores en boca de sus hermanos y fieles se mezcló con el caminar de... Diario Córdoba.

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