La lluvia flotaba sobre la ciudad como un aviso perentorio a los cofrades. La Virgen de Araceli ya estaba dispuesta sobre sus andas lucentinas para dar comienzo al IX Rosario de la Agrupación. Los santeros ajustaban sus trajes para aproximarse al momento esperado. Y, en la puerta del oratorio, numerosos cofrades cordobeses y de la Sierra de Aras aguardaban para verla.
Un cuarto de hora pasaba de las cinco, cuando el cortejo inició su camino. Hacia el Patio de los Naranjos caminó María Santísima de Araceli, conducida por sus santeros, entre los vítores de los numerosos fieles que se concitaron para verla.
Después vendría la oración, engrandecida por la solemnidad de la Misa del Campo Andaluz, y el recuerdo de una hermandad más que memorizar en su tránsito por el primer templo de la ciudad.
Fuente: Agrupación de Hermandades y Cofradías de Córdoba.
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