-SALVE A NUESTRA SEÑORA DEL SOCORRO.

El atardecer llega con la luz tibia de septiembre. Sobre las paredes de la Plaza Grande, se derraman matices ocres que testifican el otoño. Los sonidos no son iguales a los de cualquier domingo y, desde la distancia marcada entre la ermita del Socorro y san Pedro, un rumor se deja car por las calles con una cadencia secreta –conocida- que anuncia proximidad. Por la Almagra, Cedaceros o Juramento la atmósfera se transforma en la espera que huele a humedad, a madera, a ornato y, a la vez, presiente el aroma del incienso. El reloj se sosiega al acercarse a las siete y, en la Basílica, todo está dispuesto.

El cortejo se abre con la silueta inconfundible de su rostro. El templete muestra la alegoría barroca de su coronación, mientras la banda de la Esperanza ejecuta los acordes que Abel Moreno dispusiera para su coronación. Por Don Rodrigo o Pedro López, Nuestra Señora busca la plaza de cuyo Mercado es patrona, la misma que la espera entre fachadas que comienzan a proyectar septiembres inmortales, don Ella es la sola protagonista, la Reina de la Plaza de la Corredera.

Y, sin embargo, la Virgen del Socorro llega más allá de su plaza o de ser la Alcaldesa perpetua de la ciudad, porque la esencia misma del culto que recibe de sus hermanos y de sus fieles se halla, una vez traspasado el arco bajo, frente a la ermita que se restaura gracias al esfuerzo de sus cofrades. En ese instante, que derivará en la vuelta a por Juan de Mesa a San Pedro, se entona la Salve y está todo dicho.

Fuente: Agrupación de Hermandades y Cofradías de Córdoba.

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