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lunes, 15 de marzo de 2010

-CUARESMA: CUANDO LOS PALCOS DIJERON ADIÓS.

Corría el año 1977. Quedaban menos de tres meses para las primeras elecciones democráticas tras el franquismo. En los palcos de la calle Claudio Marcelo, algunas pegatinas pedían la legalización del aún clandestino Partido Comunista de España. Quienes las colocaron no sabían que esa misma Semana Santa, el Sábado de Gloria exactamente, la formación de la hoz y el martillo iba a volver a la vida legal en España.
Muchas cosas estaban cambiando en nuestro país, y también en la Semana Santa. Era alcalde de Córdoba Antonio Alarcón y presidente de la Agrupación de Cofradías Rafael Zafra.
Escasa ocupación
El año 1977 fue el último en que hubo palcos, pues en la siguiente Semana Santa desaparecieron de la carrera oficial. En plena efervescencia «democrática», se consideró la supresión como un ejercicio de igualdad que acercaba la posibilidad de contemplar las procesiones a sectores más amplios de la sociedad.
Los palcos nunca habían sido una preferencia de los cordobeses. Empezaron a ponerse en 1944, al fundarse la Agrupación de Cofradías, y en ninguno de los 33 años que transcurrieron hasta su supresión llegaron a cubrirse por completo por medio de abonos que abarcaran todo el ciclo procesional.
No era infrecuente, pues, que se alquilaran por días sueltos los que no habían sido abonados. Eso sí, el Jueves y el Viernes Santo todos la ocupación era total.
Se colocaban en toda la carrera oficial, comenzando en la calle Calvo Sotelo -hoy Capitulares- o, años más tarde, en Claudio Marcelo, y terminaban en el Gran Capitán, pero se interrumpían en la calle Gondomar, dada la estrechez de la misma.
Durante las tres décadas largas de su primera etapa, la gestión y recaudación de los palcos corrían por cuenta del Ayuntamiento, lo que suponía un suculento negocio para el Consistorio, como atestiguan algunos documentos, ya que con posterioridad la subvención otorgaba a la Agrupación distaba bastante de lo recaudado.
En plena crisis cofrade de mediados de los años sesenta, cuando hasta 17 hermandades llegaron a amenazar con no salir para protestar por la escasa ayuda municipal, un informe señalaba que «en 1965 el Ayuntamiento sólo entregó a la Agrupación 115.000 pesetas cuando el líquido de palcos y sillas debió ascender, según cálculos prudentes, a unas 375.000».
El mismo informe añadía: «Resulta inadmisible que el Ayuntamiento considere como ingresos propios el producto líquido de dicha recaudación mientras no entregue una cantidad congruente a la Agrupación. Definido gráficamente: las hermandades «pagan el espectáculo» y el Ayuntamiento «cobra la taquilla»».
La situación referida se prolongó durante más de una década. A la desidia de los cordobeses en rascarse el bolsillo para ocupar los palcos se unieron a mediados de los setenta los entonces turbulentos vientos posconciliares: en una entrevista publicada en la revista «Alto Guadalquivir», los dirigentes de la Agrupación de Cofradías equipararon la supresión de los palcos con la eliminación de los púlpitos que ya se había operado en la mayor parte de las iglesias.
Pero hubo otro motivo menos «litúrgico»: la renuncia a los palcos fue una operación de la Agrupación para obtener mayor rendimiento económico. Desde 1976, la subvención del Ayuntamiento estaba congelada en 665.000 pesetas, y el organismo cofrade -en decisión aprobada en enero y que no estuvo exenta de polémica interna- ofreció al Consistorio la renuncia a dicha dotación a cambio de la cesión gratuita de la calzada en carrera oficial y la gestión directa de las sillas.
«El alcalde nos dijo que aceptaba nuestra propuesta -recuerda Rafael Zafra-, pero que antes había que crear una ordenanza específica».
Al necesitar las sillas menos espacio y ofrecer un precio más barato que los palcos, se pensaba incrementar de forma significativa los ingresos económicos. Y así fue: durante toda la Semana Santa de 1978 hizo un tiempo espléndido y los beneficios superaron la subvención de años anteriores, a lo que se sumó la promesa municipal de añadir, además, una aportación a fondo perdido.
En esto, las cofradías de Córdoba se adelantaron a las de Sevilla, que sólo obtuvieron de su Ayuntamiento la cesión de la calzada en 1983, siendo presidente del Consejo el recientemente fallecido José Sánchez Dubé.
Se había abierto con buen pie un camino que en ese momento no se sabía cómo iba a continuar; además, la incertidumbre se incrementó en 1979, cuando el 3 de abril, tan sólo cinco días antes del Domingo de Ramos, las elecciones municipales daban la Alcaldía al Partido Comunista en la persona de un joven maestro llamado Julio Anguita. Hubo que esperar a 1980 para conocer la disposición del nuevo Ayuntamiento ante la Semana Santa.
Los palcos estuvieron ausentes de la carrera oficial hasta 1996. Gobernaba el Partido Popular con Rafael Merino como alcalde, y era el primer año de Rafael Mariscal como presidente de la Agrupación. La oposición de izquierdas, poco acostumbrada a su nuevo papel, protestó airadamente por la decisión, pero cuando en 1999 ocupó de nuevo la Alcaldía no puso inconveniente en continuar colocándolos. El ABC de Córdoba.

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